IGLESIA
ESPIRITU SANTO
VALPARAISO
Modificada y demolida por las remodelaciones hechas en la ciudad entre 1920 y 1962
(Foto de Leblanc, 1920, DIBAM)
La parroquia del Espíritu Santo fue creada en 1872, luego de que el papa Pío IX suprimiera el convento de San Agustín, siendo su primer párroco Salvador Donoso.
La iglesia necesitaba urgentes reparaciones, que se iniciaron casi de inmediato, y en 1880, Fermín Vivaceta inicia la construcción de una nueva torre y un pórtico. La resistencia del templo quedó demostrado con el terremoto de 1906, ya que casi no sufrió daños.
Posteriormente, se modificó la fachada y, en la década de 1920, la parroquia perdió casi 2 metros de altura con la nivelación de la plaza.
La construcción de la catedral determinó la demolición del pórtico y la torre en 1952, el traslado de la parroquia a un costado de la catedral en 1962, y la demolición del resto de la iglesia en 1972.
Hoy en día, en el sitio de la parroquia del Espíritu Santo, se emplazan los edificios Espíritu Santo y Fermín Vivaceta.
Orígenes
No es posible hablar de la parroquia del Espíritu
Santo, sin referirse al convento de San Agustín. Éste nació en 1628, cuando los agustinos lograron instalarse en un terreno
donado el año anterior, y que se ubicaba en el lugar donde hoy se levanta el
palacio de tribunales.
A pesar de múltiples dificultades, el convento creció poco a poco. En 1786 remodelan todo el conjunto, y en 1803, construyen una nueva capilla. Sin embargo, en 1834, es vendido al fisco para que instale la Aduana de San Agustín.
A pesar de múltiples dificultades, el convento creció poco a poco. En 1786 remodelan todo el conjunto, y en 1803, construyen una nueva capilla. Sin embargo, en 1834, es vendido al fisco para que instale la Aduana de San Agustín.
En las imágenes, la superior el modesto convento en 1712; la segunda, hacia 1740; la tercera, en 1795; y la cuarta, en 1833.
Los agustinos colocaron la primera piedra de
su nueva iglesia de la plaza Orrego ( actual Plaza Victoria) en 1844, y las
obras estuvieron a cargo de Pedro Clusseau. A partir de 1855, Esteban Silva
proyecta y construye la fachada y la torre.
En 1857, se recibe un reloj importado por Moyón hnos., que debía ser colocado una vez terminada la torre, pero nunca se instaló porque se quemó en el gran incendio de 1858, que afectó al sector de la plaza Anibal Pinto.
El convento subsistió a duras penas por un tiempo, hasta que en 1871 fue suprimido, por falta de religiosos y escasez de recursos, además de la imposibilidad de ampliar el convento o comprar propiedades para recibir rentas.
(DOCUMENTO DE: Iglesias de Valparaíso en www.valpoiglesias.blogspot.com, de Alberto López M.)
LA IGLESIA MÁS PORTEÑA DE VALPARAÍSO
Dentro de la patrimonialidad arquitectónica de Valparaíso, en el ámbito religioso, ¿cuál cree que es usted la iglesia más característica de Valparaíso, aquélla sin la cual Valparaíso no habría sido el mismo; no la más antigua, ni la más oficial, sino sencillamente la más porteña?
El tema se planteó casualmente en un grupo de amigos y unanimidad, no hubo ninguna. Cada uno tuvo su iglesia. Cada uno tuvo su motivo para tener su propia iglesia y si lo que se perseguía era, como en las elecciones de reinas de fiesta de la primavera, llegar a la más linda, la más linda estaba, como ocurre en la vida en tantas cosas, dentro del corazón de cada uno.
Se trataba, por cierto, de las iglesias católicas, las de las hermosas torres que hacen más vivo el paisaje de los cerros o el plan. Las que parecen, a la hora de los crepúsculos del creciente invierno, atraer hacia ellas el graznido ancestral de las gaviotas y en las cuales, a veces, parece resonar el mar, como en una aguzada caracola.
IGLESIA DEL ESPIRITU SANTO
La iglesia de mi infancia debió ser mi elegida, la que en lo alto de la calle Galos del cerro Alegre, lleva el poético nombre de San Luis Gonzaga. Además, en orden de singularidades, es la segunda que tuvo el honor de lucir contra el cielo, no una, sino dos torres, y es muy bella su adaptación al declive del cerro, con su escalera de piedra ascendente y amplia. Sus tres puertas, sus naves, el órgano que mandó comprar para ella en Londres doña Juana Ross de Edwards y que ahora... se encuentra en la Catedral, sin acordarse de sus melodiosas alturas, de los numerosos cantantes porteños que allí cantaron y... del mismo olor a lilas de esos meses de María que, como en los recuerdos de juventud de un poeta llamado Neftalí Reyes, asoma en poemas que aún puedes leer, pues, para remate, a sus doce años estaba ya enamorado de una niña llamada María que coincidía con él y su madre en el mes de María de la Iglesia de Temuco.
Oh, grandes o pequeñas iglesias por las que ha pasado la vida y la muerte, y la infancia, en el corazón de cirio, de adobe o cristal de las ciudades...
Arroz con leche
"Esta conversación parece nacida del juego del arroz con leche", me opinó seriamente una persona...
"¿Sabe usted?", le respondo yo. "La vida es exactamente como
el juego del arroz con leche, aunque se nos haya olvidado. Con las manos cerradas vamos depositando al azar un anillo invisible. ¿Por qué, el girarnos hacia lo nuestro, esta vez las húmedas iglesias de un puerto, no ha de sernos tan placentero, ameno y natural como el inocente juego de ayer? ¿Y en qué ello puede perturbar a nuestras marineras iglesias?".
"No estamos dando examen", dijo un señor entrecano, "sino buscando nuestra iglesia preferida. Sigamos por favor".
"Gracias", le dije, y me embarqué en un gran discurso sobre la Parroquia del Espíritu Santo, que por tantos años tuvo en la plaza de la Victoria su verde complementación.
"No creo que exista un escritor que no le haya dedicado una palabra"; recordé la ardorosa defensa que hizo de ella, sin resultado desgraciadamente, Joaquín Edwards Bello. Él había vivido en su infancia no lejos de sus campanadas y nunca pudo comprender que fuera demolida para darle paso al más feo edificio de departamentos de Valparaíso. También el pintor Camilo Mori, porteño nacido en el cerro Santo Domingo, mantuvo en sus oídos esas campanadas y lo recuerda en una crónica que no he visto archivada en ninguna parte.
"Implacablemente, pero no siempre exacto, el reloj del Espíritu Santo nos marcó por los años la hora de abandonar la casa empinada y alegre para correr al liceo. Ah, esas tres campanadas del cuarto para las ocho, odiosas entonces, como resuenan en mi corazón. ¡Los años endulzaron su sonido y su significado! Hasta que un día viniendo del puerto por Condell, busqué instintivamente el reloj de siempre. Quedaba el vacío de su propia torre".
Luego, otro ángulo del recuerdo lo mueve hacia lo alto del cerro Bellavista: "En las cercanías de la plaza Victoria, enclavadas en los faldeos del cerro, había tres chimeneas de la Compañía de Gas, que cien pintores dibujamos con sus sueltos penachos de humo negro al viento, tal como una loca cabellera al viento. Un mal día, bueno para el progreso, nos borraron el tema".
La iglesia de los cuatro relojes
Para mí, la iglesia del Espíritu Santo era, ante todo, "la iglesia de los cuatro relojes", cada uno dando las horas en una dirección distinta, en cada uno de los cuatro costados de la torre. En el perdido paisaje, hoy reemplazado por otro que no tiene nada que ver, su torre se levantaba como un faro sobre las copas de los árboles de la plaza, embellecía el entorno, nos hacía recordar la historia. La llegada a su puerta de los restos de Prat, bajo los altos arcos fúnebres que llenaron de negras banderas la ciudad. La muerte venía a reencontrarse con ese momento en que, en plena vida y apostura, pasó por esa misma puerta para enlazar su brazo de gala al de la gentil Carmela Carvajal. Los veo caminando sobre la alfombra roja que salía de la casa de Prat (hoy está allí el Club Naval) para, cruzando la bocacalle, detenerse solamente frente al ornamentado altar.
También casó en ella Raúl Edwads Mac Clure Ferrari. Carmela, a su vez, vivía en la Calle del Circo, donde vivía con su tía Clara. La calle hoy se llama Agustín Edwards.
Para quien se interese por conocer más de esta iglesia incomprensiblemente echada abajo, después de haber sido construida en 1872 y construir un patrimonio que nunca debió ser destruido, recomiendo leer la reseña histórica de David O. Toledo, relacionador público del Seminario San Rafael y antiguo colaborador de los diarios de Valparaíso.
Eran los años de los seiscientos barcos en la bahía. La ciudad tenía dos conventos, cada uno en un extremo de la ciudad: al final del Almendral, los Doce Apóstoles; en el barrio portuario, La Matriz. "Equidistante de ambas, iba a nacer la Parroquia del Espíritu Santo". Pero iban a demorar diecinueve años en obtener los feligreses porteños el permiso del arzobispo metropolitano Rafael Valentín Valdivieso y gracias a que los Padres Agustinos "no prosperaron en su nuevo convento de la plaza Orrego, (hoy Victoria), se obtuvo del Papa la eliminación de dicho convento y la construcción del que iba a ser el emblemático Espíritu Santo, el cual fue refaccionado por el presbítero Salvador Donoso, que aún da su nombre a una calle de Valparaíso".
Cien años duró la Iglesia del Espíritu Santo. A lo mejor pudo haber durado más, sin restar el señorío que tuvo esa parte del centro de la ciudad, y dejando en cambio un indestructible edificio de departamentos que no comunica elegancia ni significado histórico a un lugar que fuera tan significativo en cuanto a la historia de la propia plaza Victoria, que tanto tiene que contarnos. La verde mansión de la familia Ross Edwards dejó sus terrenos a la actual Catedral, reconstruida después del terremoto que desplomó su nave.
Desgraciadamente, hecha está nuestra existencia como ciudad puerto, de sendas calamidades: naufragios, terremotos, incendios, aparte de la culpa que cabe a quienes tuvieron la misión de velar por ella, que algún día, esperada o inesperadamente, iba a ser ungida de todos modos, como Patrimonio de la Humanidad.
Pude resignarme a que demolieran muchas cosas cercanas al Espíritu Santo, como el porteñísimo y bello Teatro Valparaíso. El edificio del Club Naval, que se levantó en el mismo lugar donde viviera el héroe Arturo Prat, lo hizo con la belleza que semejante nombre merecía. Las tres chimeneas a gas que evoca Camilo Mori. El edificio Crucero del Instituto de Previsión, frente a la plaza Victoria, con sus barandas de bronce, su hermoso y amplio salón donde se bailaba, se leían diarios y revistas y se respiraba desde su largo balcón saliente el espacio y el canto de los pájaros de los árboles. Con muchos porteños, viví duelo por la demolición del antiguo quiosco de fierro forjado, reemplazado por otro, "de líneas modernas, abstractas", que se vino al suelo, y no le abría paso al hombre del trombón, en plaza Victoria.
Pero... pasear por Valparaíso, llegar a ese lugar privilegiado, y no ver las columnas esbeltas del templo, su reloj de cuatro lados, su torre que marcó el tiempo como ninguna... sigue siendo melancólico, como para verterlo, en algo que parecía un juego, y luego en una crónica, en donde, al menos por un instante... no vuelva a desaparecer.
Un segundo libro "Historia del Espíritu Santo", preparó David Toledo, funcionario del Seminario San Rafael. En la foto, la hermosa y demolida Iglesia.
(DOCUMENTO DE: Diario La Estrella de Valparaíso, 17 de junio de 2004)
En 1857, se recibe un reloj importado por Moyón hnos., que debía ser colocado una vez terminada la torre, pero nunca se instaló porque se quemó en el gran incendio de 1858, que afectó al sector de la plaza Anibal Pinto.
El convento subsistió a duras penas por un tiempo, hasta que en 1871 fue suprimido, por falta de religiosos y escasez de recursos, además de la imposibilidad de ampliar el convento o comprar propiedades para recibir rentas.
(DOCUMENTO DE: Iglesias de Valparaíso en www.valpoiglesias.blogspot.com, de Alberto López M.)
LA IGLESIA MÁS PORTEÑA DE VALPARAÍSO
Dentro de la patrimonialidad arquitectónica de Valparaíso, en el ámbito religioso, ¿cuál cree que es usted la iglesia más característica de Valparaíso, aquélla sin la cual Valparaíso no habría sido el mismo; no la más antigua, ni la más oficial, sino sencillamente la más porteña?
El tema se planteó casualmente en un grupo de amigos y unanimidad, no hubo ninguna. Cada uno tuvo su iglesia. Cada uno tuvo su motivo para tener su propia iglesia y si lo que se perseguía era, como en las elecciones de reinas de fiesta de la primavera, llegar a la más linda, la más linda estaba, como ocurre en la vida en tantas cosas, dentro del corazón de cada uno.
Se trataba, por cierto, de las iglesias católicas, las de las hermosas torres que hacen más vivo el paisaje de los cerros o el plan. Las que parecen, a la hora de los crepúsculos del creciente invierno, atraer hacia ellas el graznido ancestral de las gaviotas y en las cuales, a veces, parece resonar el mar, como en una aguzada caracola.
IGLESIA DEL ESPIRITU SANTO
La iglesia de mi infancia debió ser mi elegida, la que en lo alto de la calle Galos del cerro Alegre, lleva el poético nombre de San Luis Gonzaga. Además, en orden de singularidades, es la segunda que tuvo el honor de lucir contra el cielo, no una, sino dos torres, y es muy bella su adaptación al declive del cerro, con su escalera de piedra ascendente y amplia. Sus tres puertas, sus naves, el órgano que mandó comprar para ella en Londres doña Juana Ross de Edwards y que ahora... se encuentra en la Catedral, sin acordarse de sus melodiosas alturas, de los numerosos cantantes porteños que allí cantaron y... del mismo olor a lilas de esos meses de María que, como en los recuerdos de juventud de un poeta llamado Neftalí Reyes, asoma en poemas que aún puedes leer, pues, para remate, a sus doce años estaba ya enamorado de una niña llamada María que coincidía con él y su madre en el mes de María de la Iglesia de Temuco.
Oh, grandes o pequeñas iglesias por las que ha pasado la vida y la muerte, y la infancia, en el corazón de cirio, de adobe o cristal de las ciudades...
Arroz con leche
"Esta conversación parece nacida del juego del arroz con leche", me opinó seriamente una persona...
"¿Sabe usted?", le respondo yo. "La vida es exactamente como
el juego del arroz con leche, aunque se nos haya olvidado. Con las manos cerradas vamos depositando al azar un anillo invisible. ¿Por qué, el girarnos hacia lo nuestro, esta vez las húmedas iglesias de un puerto, no ha de sernos tan placentero, ameno y natural como el inocente juego de ayer? ¿Y en qué ello puede perturbar a nuestras marineras iglesias?".
"No estamos dando examen", dijo un señor entrecano, "sino buscando nuestra iglesia preferida. Sigamos por favor".
"Gracias", le dije, y me embarqué en un gran discurso sobre la Parroquia del Espíritu Santo, que por tantos años tuvo en la plaza de la Victoria su verde complementación.
"No creo que exista un escritor que no le haya dedicado una palabra"; recordé la ardorosa defensa que hizo de ella, sin resultado desgraciadamente, Joaquín Edwards Bello. Él había vivido en su infancia no lejos de sus campanadas y nunca pudo comprender que fuera demolida para darle paso al más feo edificio de departamentos de Valparaíso. También el pintor Camilo Mori, porteño nacido en el cerro Santo Domingo, mantuvo en sus oídos esas campanadas y lo recuerda en una crónica que no he visto archivada en ninguna parte.
"Implacablemente, pero no siempre exacto, el reloj del Espíritu Santo nos marcó por los años la hora de abandonar la casa empinada y alegre para correr al liceo. Ah, esas tres campanadas del cuarto para las ocho, odiosas entonces, como resuenan en mi corazón. ¡Los años endulzaron su sonido y su significado! Hasta que un día viniendo del puerto por Condell, busqué instintivamente el reloj de siempre. Quedaba el vacío de su propia torre".
Luego, otro ángulo del recuerdo lo mueve hacia lo alto del cerro Bellavista: "En las cercanías de la plaza Victoria, enclavadas en los faldeos del cerro, había tres chimeneas de la Compañía de Gas, que cien pintores dibujamos con sus sueltos penachos de humo negro al viento, tal como una loca cabellera al viento. Un mal día, bueno para el progreso, nos borraron el tema".
La iglesia de los cuatro relojes
Para mí, la iglesia del Espíritu Santo era, ante todo, "la iglesia de los cuatro relojes", cada uno dando las horas en una dirección distinta, en cada uno de los cuatro costados de la torre. En el perdido paisaje, hoy reemplazado por otro que no tiene nada que ver, su torre se levantaba como un faro sobre las copas de los árboles de la plaza, embellecía el entorno, nos hacía recordar la historia. La llegada a su puerta de los restos de Prat, bajo los altos arcos fúnebres que llenaron de negras banderas la ciudad. La muerte venía a reencontrarse con ese momento en que, en plena vida y apostura, pasó por esa misma puerta para enlazar su brazo de gala al de la gentil Carmela Carvajal. Los veo caminando sobre la alfombra roja que salía de la casa de Prat (hoy está allí el Club Naval) para, cruzando la bocacalle, detenerse solamente frente al ornamentado altar.
También casó en ella Raúl Edwads Mac Clure Ferrari. Carmela, a su vez, vivía en la Calle del Circo, donde vivía con su tía Clara. La calle hoy se llama Agustín Edwards.
Para quien se interese por conocer más de esta iglesia incomprensiblemente echada abajo, después de haber sido construida en 1872 y construir un patrimonio que nunca debió ser destruido, recomiendo leer la reseña histórica de David O. Toledo, relacionador público del Seminario San Rafael y antiguo colaborador de los diarios de Valparaíso.
Eran los años de los seiscientos barcos en la bahía. La ciudad tenía dos conventos, cada uno en un extremo de la ciudad: al final del Almendral, los Doce Apóstoles; en el barrio portuario, La Matriz. "Equidistante de ambas, iba a nacer la Parroquia del Espíritu Santo". Pero iban a demorar diecinueve años en obtener los feligreses porteños el permiso del arzobispo metropolitano Rafael Valentín Valdivieso y gracias a que los Padres Agustinos "no prosperaron en su nuevo convento de la plaza Orrego, (hoy Victoria), se obtuvo del Papa la eliminación de dicho convento y la construcción del que iba a ser el emblemático Espíritu Santo, el cual fue refaccionado por el presbítero Salvador Donoso, que aún da su nombre a una calle de Valparaíso".
Cien años duró la Iglesia del Espíritu Santo. A lo mejor pudo haber durado más, sin restar el señorío que tuvo esa parte del centro de la ciudad, y dejando en cambio un indestructible edificio de departamentos que no comunica elegancia ni significado histórico a un lugar que fuera tan significativo en cuanto a la historia de la propia plaza Victoria, que tanto tiene que contarnos. La verde mansión de la familia Ross Edwards dejó sus terrenos a la actual Catedral, reconstruida después del terremoto que desplomó su nave.
Desgraciadamente, hecha está nuestra existencia como ciudad puerto, de sendas calamidades: naufragios, terremotos, incendios, aparte de la culpa que cabe a quienes tuvieron la misión de velar por ella, que algún día, esperada o inesperadamente, iba a ser ungida de todos modos, como Patrimonio de la Humanidad.
Pude resignarme a que demolieran muchas cosas cercanas al Espíritu Santo, como el porteñísimo y bello Teatro Valparaíso. El edificio del Club Naval, que se levantó en el mismo lugar donde viviera el héroe Arturo Prat, lo hizo con la belleza que semejante nombre merecía. Las tres chimeneas a gas que evoca Camilo Mori. El edificio Crucero del Instituto de Previsión, frente a la plaza Victoria, con sus barandas de bronce, su hermoso y amplio salón donde se bailaba, se leían diarios y revistas y se respiraba desde su largo balcón saliente el espacio y el canto de los pájaros de los árboles. Con muchos porteños, viví duelo por la demolición del antiguo quiosco de fierro forjado, reemplazado por otro, "de líneas modernas, abstractas", que se vino al suelo, y no le abría paso al hombre del trombón, en plaza Victoria.
Pero... pasear por Valparaíso, llegar a ese lugar privilegiado, y no ver las columnas esbeltas del templo, su reloj de cuatro lados, su torre que marcó el tiempo como ninguna... sigue siendo melancólico, como para verterlo, en algo que parecía un juego, y luego en una crónica, en donde, al menos por un instante... no vuelva a desaparecer.
Un segundo libro "Historia del Espíritu Santo", preparó David Toledo, funcionario del Seminario San Rafael. En la foto, la hermosa y demolida Iglesia.
(DOCUMENTO DE: Diario La Estrella de Valparaíso, 17 de junio de 2004)
(DOCUMENTO DE: "Chile ilustrado, Guia Descriptiva del Territorio de Chile y
Principales Capitales de Provincia", Recaredo Santos Tornero, 1872)
EL TEMPLO DE SAN AGUSTIN
(FOTO DE: Valparaíso Nostalgico, DIBAM)
(FOTO DE: Santiago Nostalgico de Pedro Encina)
(Album "Andenken an Chile", Eugene Maunoury, 1870 (fotografías de 1860, reproducidas por Saffro y Besson en 1939
(Album "Andenken an Chile", Eugene Maunoury, 1870 (fotografías de 1860, reproducidas por Saffro y Besson en 1939
(FOTO DE: Le Blanc, 1920, DIBAM)
(FOTO DE: Skyscrapercity)
(FOTO DE: Santiago Nostalgico de Pedro Encina)
(FOTO DE: Santiago Nostalgico de Pedro Encina)
(FOTO DE: Jacob Gayer)
(FOTO DE: Album Panorámico de Valparaíso, 1926)
CEREMONIA FÚNEBRE DE PRAT, SERRANO Y ALDEA
21 DE MAYO DE 1988
(DOCUMENTO DE: Revista Zig Zag, N.267, abr. 1910)
(DOCUMENTO DE: Revista Zig Zag, N.291, sep. 1910)
(FOTO DE: Skyscrapercity)
TARJETAS POSTALES DE Chile Collector
NOTA: las fotografías sin autoría de esta reseña y otras, fueron obtenidas de Internet,
donde aparecen sin autor ni referencia
en páginas como Fotolog, Flickr, producto en venta de Mercado Libre, etc.
donde aparecen sin autor ni referencia
en páginas como Fotolog, Flickr, producto en venta de Mercado Libre, etc.
(DOCUMENTO DE: Revista Zig Zag, N.81, sep. 1906)
(Revista "Sucesos" de Valparaíso, N.700, 24 feb 1916)
(Revista "Sucesos" de Valparaíso, N.718, 29 jun 1916)
(Revista "Sucesos" de Valparaíso, N.768, 14 junio 1917)
(DOCUMENTO DE: Revista del Sábado, Diario El Mercurio de Valparaíso, sin fecha)
(DOCUMENTO DE: Revista En Viaje, N. 108, octubre 1942)