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IGLESIA
NATIVIDAD DE MARIA
PARINACOTA




IGLESIA DE PARINACOTA

Junto a los volcanes Parinacota y Pomerape, llamados los Payachatas, Parinacota constituye uno de los más bellos paisajes de la región y de Chile.

En el sector altiplánico hay evidencias arqueológicas del Arcaico Temprano, como el sitio Hakenasa y Las Cuevas, y los restos de un caserío que la comunidad denomina el pueblo antiguo.

Durante la época colonial Parinacota se desarrolló como punto de abastecimiento para las caravanas de la Ruta de la Plata de Potosí, adquiriendo su actual traza urbana con influencia española, con 4 posas o altares que enmarcan el poblado y la iglesia como centro organizador.

La iglesia es original del siglo XVIII, el templo es un tesoro patrimonial de Sudamérica, gran exponente del diseño barroco andino, con atrio cerrado, torre campanario separado, muros de adobe y piedras, techumbre de madera y cubierta de paja brava. Los muros interiores de la nave se encuentran finamente pintados con representaciones de distintos santos y episodios de la vida y pasión de Cristo. Destaca la escena del Juicio Final, con elementos muy similares a la pintura que ornamenta otras iglesias principales del ámbito sur andino. En los muros del presbiterio hay representaciones ornamentales con elementos típicos del barroco mestizo, tales como los mascarones de puma, cabezas de ángeles alados, floreros, columnas salomónicas y cuadrifolias.

El bofedal de Parinacota y las vecinas lagunas de Cotacotani integran el Parque Nacional Lauca como destinos ideales para caminatas y observación de la variada flora y fauna nativa de altura, que convive con las llamas y alpacas que pastorea la comunidad.

(MODIFICADO DE: www.fundacionaltiplano.cl)


UBICACION: en la plaza del pueblo, entre ruta del bofedal y la Administración CONAF del Parque Nacional Lauca, a 3 kms. de la Ruta 11 Putre - Paso Tambo Quemado y a 40 kms. de Putre, se encuentra a 4.300 msnm.

FIESTAS RELIGIOSAS: 8 de septiembre Natividad de Nuestra Señora (DE: "Folclor Religioso Chileno", Oreste Plath, 1996).


IGLESIA DE PARINACOTA

La zona de Tarapacá fue escenario durante la Colonia de un complejo proceso cultural, cuyo reflejo más tangible son las numerosas capillas e iglesias edificadas en la época.

La región, habitada originalmente por aymarás, tuvo un gran auge a raíz del descubrimiento de las grandes minas de plata en Alto Perú, particularmente Potosí. Por esta árida región se trasladaban los minerales para ser embarcados en Arica, desde donde se traía el azogue necesario para la explotación minera; a la vez, la región abastecía al Alto Perú de alimentos.

Tras la decadencia de la mina de Potosí, en la segunda mitad del siglo XVII, la incipiente industria salitrera siguió inyectando vitalidad a la región.

A fines del siglo XVI, comenzaron a llegar a Tarapacá los primeros misioneros, que acometieron el desafío de evangelizar a los indígenas del lugar, construyendo para tal efecto pequeños templos cuyo diseño y construcción se insertan dentro del estilo barroco mestizo del área andina.

El poblado de Parinacota, situado a 4.400 metros sobre el nivel del mar, es de origen prehispánico. La construcción de su iglesia, al margen de la trama urbana original, ocasionó un traslado del pueblo, que abandonó su emplazamiento primitivo para instalarse en las inmediaciones del templo. Del conjunto de iglesias de Tarapacá, la de Parinacota se destaca junto con la de Isluga por constituir propiamente santuarios.

El lugar tiene poca población durante el año, situación que cambia radicalmente los días de fiestas religiosas. Como la generalidad de las iglesias altiplánicas, la de Parinacota es circundada por un muro perimetral que marca un espacio interior libre, donde se realizan las actividades principales de las fiestas religiosas. En el caso de Parinacota, este muro es de adobe y posee tres accesos, que presentan arcos y coronamientos en piedra volcánica rosada. Incorporado a este perímetro, en una esquina, está el macizo campanario, de dos cuerpos, en planta cuadrada. En el atrio hay cuatro altares o posas, destinados a acoger imágenes religiosas en las procesiones. Todas las estructuras están blanqueadas con cal.

La iglesia es de piedra y argamasa de barro; sus tijerales son de eucalyptus, y la cubierta de paja brava (coirón). Es un volumen de 5 metros de ancho y 22 de largo, con dos capillas laterales salientes. El interior de la nave presenta atractivas muestras de arte popular religioso; especial mención merecen los ingenuos frescos pintados en los muros, durante el siglo XVIII. También hay pinturas sobre tela e imágenes. Un rústico retablo de madera sirve de marco al altar.

Monumento Histórico, D.S. 1158, 04-05-1979

(DOCUMENTO DE: www.monumentos.cl, Consejo de Monumentos Nacionales)









































(FOTOGRAFIAS DE 1993 Y 1998)

































































(FOTOGRAFIAS DE mi madre Reina Liebsch Tapia y de mi hermana Lorena Foral Liebsch, julio 2014)



LA IGLESIA DE PARINACOTA

Cuenta una leyenda que parte del gran tesoro de rescate del Inca Atahualpa fue escondido y no entregado a los españoles. Este tesoro de estatuas de oro y plata, y otras maravillas, que adornaban el Templo del Sol y la Luna del Cusco, fueron escondidas en la cumbre del Volcán Parinacota. Se dice que cuando la nieve de la montaña es escasa, suele a verse la escalinata que los incas construyeron para alcanzar el cráter.

Ubicado a más de 4.300 mts. de altura, el pueblo de Parinacota se encuentra frente al gran bofedal del mismo nombre, que entrega sustento a los animales que pastorea el pueblo andino aymara.

La iglesia del pueblo que data del siglo XVII es por sí un tesoro. Construida en piedra volcánica, su torre comunica el cielo y la tierra, y sus muros cierran el atrio o recinto sagrado, que decorados por pequeñas figuras talladas adornan el entorno. Se reconocen algunas flores de liz y figuras humanas vestidas con sotanas. Un arco de medio punto permite el acceso al atrio. La nave en su exterior es de simple piedra, barro y cal, con un techo en madera altiplánica y coirón.

En su interior, la iglesia manifiesta el estilo “barroco Americano”, que mantiene una de las pinturas murales más ricas de la iconografía andina, en la que se detallan escenas de la vida del Viejo y Nuevo Testamento, y del Juicio Final. Inspirado en el ambiente de la época, se ven por ejemplo, personajes que representan a aymarás acosados por incas y españoles.

Dentro de las riquezas materiales de la iglesia están sus imágenes religiosas, la antigua platería y una Biblia del siglo XVII, como también un antigua mesa atada por una soga a un pilar del templo, que cuando se le suelta, suele recorrer el pueblo en busca de algún elegido que quiera pasar a mejor vida.

(EXTRACTO DE: ”Iglesias del Desierto“, Max Donoso, Magdalena Pereira y Cristian Heinsen, 2004)



LA MESA DE LA IGLESIA DE PARINACOTA

Muchas de las leyendas vinculadas al hombre con la naturaleza, el medio ambiente o los animales, pero otras también vinculan al hombre con la vida y la muerte.

Esta es una de ellas.

La muerte rondó innumerables veces las calles de Parinacota, como viento frio por los muros del pueblo, como la muerte misma.

No había nada que hacer si aquella mesa poseída por quien sabe quién, se aparecía frente a la casa de algún vecino.

Dice la historia popular que en el pueblo de Parinacota, una mesa anunciaba la muerte. Al amanecer el silencio del altiplano se hacía más profundo cuando aparecía por las calles buscando un domicilio para entregar su mensaje.

Cuentan que antes que en nuestra Patria se escucharan los primeros gritos de independencia, mucho tiempo antes, vieron aparecer una mesa justo frente a la casa de algún vecino, el cual pronto sufriría la pérdida de uno de sus seres queridos.

Don Félix Calle uno de los vecinos del pueblo de Parinacota nos relata:

“Yo le voy a contar, no lo sé todo, pero todo lo que se de la mesa, se lo voy a contar.

La mesa de aquí tiene algunos defectos cuando va a morir alguien, sale a caminar, camina y ustedes la ven, si la encuentran se convierte en burro o en perro, en lo que sea, no le hace nada”.

“Pero si ustedes no se encuentran cuerpo a cuerpo, van en la mesa prendida de cuatro velas y el que va a morir va a parar en el centro con una vela agarrá. Llegaba a las casas porque, depende de la persona que va a morir, por ejemplo de aquí va a Chucuyo, va a este lado de la población también, todos esos caseríos recorre, la persona que va a morir a esa casa visita, se viene con el alma…”

¡Ay, ay, mensajera de la muerte, tanto dolor causaste con tu endurecido corazón de madera!

Las aspiraciones de la mesa continuaron sucediéndose.

Don Cipriano Morales Huanca, vecino del pueblo de Parinacota y cuidador de la iglesia de Parinacota, nos relata:

“La mesa esa… la han visto la gente antigua… por ejemplo, mi abuelita o mis abuelitos, la habían visto salir p’fuera, eso me contó mi mamá, yo le pregunto a mi mamá: ¿por qué está amarrá esa mesa?, entonces mi mamá contesta, esa mesa la han visto nuestros abuelitos y tus abuelitos, salió p’fuera con cuatro velas a medianoche a robar espíritu de una persona que está durmiendo y al poco tiempo se moría la persona esa… De ahí la amarraron de una pata”.Hoy, la antigua mesa continúa amarrada al pilar izquierdo frente al altar de la iglesia de Parinacota.

El curioso desgaste del pilar al que se encuentra atada y sus patas ya muy gastadas, parecen delatar su permanente intención de escapar.

Don Cipriano Morales nos relata:

“Ese por caminar que ahí que… nunca se uso es mesa dice, y apareció con las patas gastadas, dicen, si usted la ve, están gastadas las patas”.

Don Félix Calle nos afirma que:

- “Ahora la mesa, siempre sale. -¿Igual? Preguntamos.

- Igual… pero ya no le quedan patas ya puh

- ¿No se fijaron ustedes? Se le fue gastando y con el tiempo se va a gastar más puh, y eso nadie lo cree”.

Los frescos pintados en los muros de la iglesia de Parinacota, muestras de profana religiosidad, fueron testigos de todo lo que ahí ocurrió.

Esas mujeres sonrientes que arden en el infierno vieron burlonas como ingresaban la mesa por aquellas puertas centenarias, los soldados españoles que cargan la cruz de Cristo, han sido sus carceleros.

Don Cipriano Morales Huanca, cuidador de la iglesia e integrante de una de las tres únicas familias que viven en la actualidad en Parinacota, cumple la labor de observar y vigilar que esta esa no se arranque, ni vuelva a asolar los hogares de este tranquilo pueblo.

Nadie puede asegurar hoy en día, que esta mesa no es aún correo de la muerte.

Lo cierto es que nadie ha desafiado a esa leyenda, desatando sus amarras y dejándola al libre albedrío.

(RELATO DE: transcripción de “Crónicas y Leyendas de Arica y Parinacota”, Alfredo Raiteri Cortés y Hermann Mondaca Raiteri, en www.destinoarica.cl)



(MAPA DE: Turistel)