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IGLESIA
MONASTERIO SANTA CLARA
MONJAS CLARISAS
PUENTE ALTO - SANTIAGO



IGLESIA DEL MONASTERIO DE LAS MONJAS CLARISAS DE PUENTE ALTO, SANTIAGO

Breve historia del Monasterio de las Clarisas de Antigua Fundación, Puente Alto, Santiago, Chile (1575-2010)

Esta orden femenina tiene la singularidad de ser la más antigua de Chile y la que inicia en nuestros territorios la evangelización, la tradición de vida contemplativa y monacal entre las mujeres. Importancia que no ha sido suficientemente enfatizada en nuestro país, a diferencia de otros lugares de América, donde sus monasterios se han transformado en museos, centros culturales y puntos estratégicos de los recorridos turísticos.

Las Clarisas Franciscanas, que surgieron de la amistad y la estrecha colaboración entre San Francisco y Santa Clara, fueron unas de las órdenes claves en la renovación cultural de Occidente a finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna, y tuvieron un rol primordial en la cristianización de América durante los siglos XVI y XVIII. Su concepto de vida religiosa más abierto que el de otras órdenes les permitió una muy buena llegada con los pueblos originarios y una importante labor civilizatoria con ellos, así como con la sociedad mestiza y criolla.

La historia de las Clarisas de Antigua Fundación en su primera etapa es digna de una novela por lo heroica y desconocida. Llegadas a Chile en 1567 como religiosas de “Santa Isabel de Hungría”, por Isabel de Landa, una de las fundadoras, se establecieron en la ciudad de Osorno, en plena avanzada de la colonización española en territorio mapuche. Sin embargo, la gran rebelión indígena de finales del siglo XVI, 1598-1599, las obligó a abandonar esta zona de evangelización y huir primero hacia el sur, pasando por Castro en Chiloé (+), y luego escapar hacia el norte, buscando refugio en la Isla Quiriquina, hasta llegar cerca de dos años después a la zona central. Allí se establecen un breve periodo en San Francisco del Monte, cerca de Talagante, donde los franciscanos tenían un convento. Una leyenda envuelve esta increíble huida de las religiosas perseguidas y acosadas por los mapuches, llevando sólo sus más preciosos objetos de veneración, entre ellos el Cristo que hoy preside la iglesia. Finalmente, logran salvar ilesas y llegar a Santiago, donde ya se encuentran establecidas en 1604.

En Santiago cambian su nombre por Santa Clara y profesan la segunda regla de Urbano IV, fusionándose además con las Clarisas de la Imperial, fundadas en 1584, con religiosas del Monasterio de Cuzco. Ayudadas por sus hermanos franciscanos, se establecen enfrente, en La Cañada, donde hoy está la Biblioteca Nacional.

De ahí en adelante su historia transcurre plenamente inserta en las épocas en que les ha tocado vivir, desempeñando hasta mediados del siglo XX un rol destacado en la enseñanza y en la vida cultural en su más amplio sentido, desde la incorporación de vocaciones y el cultivo de la meditación y de la disciplina interior a la educación, ya que entre sus “educandas” o niñas que se formaban en el monasterio se incluyeron no solo criollas sino mestizas e indígenas, desde los tiempos de la fundación en Osorno.

El activo proceso de socialización y de integración social de este monasterio se efectuó a través de sus donantes, de las constantes profesiones de las jóvenes, así como de sus contribuciones al desarrollo del arte, las celebraciones, las fiestas e incluso la cocina, que hoy valoramos especialmente, pero que no fue visto con buenos ojos por las autoridades religiosas de la época. A finales del siglo XVIII, los miembros de la expedición científica y cultural de Alejandro Malespina señalan que este convento en Santiago concentraba una significativa población de unas cuatrocientas personas entre religiosas y laicos, siendo un centro importante de irradiación cultural y social.

La construcción de la Biblioteca Nacional en 1925 en el sitio del antiguo Monasterio de las Clarisas en la Alameda es testimonio de los profundos cambios que se inician para la comunidad. La creciente urbanización y la apertura de nuevos barrios en el casco histórico de Santiago, la plusvalía de los terrenos dentro de esta área, así como la disminución de recursos para los monasterios que trae consigo la nueva laicización de la sociedad y la separación entre Iglesia y Estado que refrenda la Constitución de 1925, hace emigrar a varias instituciones religiosas femeninas, entre ellas a la Clarisas, que, tras varios traslados, se establecen finalmente en su actual emplazamiento en Puente Alto.

En la actualidad las Clarisas de Antigua Fundación atraviesan un periodo difícil que en nada recuerda a su antiguo esplendor. Desde hace aproximadamente 30 años han quedado entregadas a su propia suerte, han disminuido las donaciones y legados y también el número de vocaciones, lo que ha redundado en un debilitamiento de este centro religioso a nivel cultural y patrimonial. El terremoto del 27 de febrero de 2010 agravó esta situación hasta límites peligrosos. Ello motivó una petición de ayuda de parte de la propia comunidad de las Clarisas a los monjes benedictinos que bajo la dirección del arquitecto e historiador Rvdo. Padre Gabriel Guarda están impulsando el proyecto de recuperación arquitectónica.

El proyecto de catalogación y recuperación del patrimonio documental de las Clarisas de Puente Alto efectuado con el apoyo del Programa de Archivos Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, aporta un invaluable legado que queda a disposición de investigadores y especialistas, y contribuye a su vez a revitalizar y otorgar proyección al Monasterio.

FUENTE (textual): “Rescate y difusión del Archivo del Monasterio de Clarisas de Antigua Fundación, Puente Alto, Santiago de Chile”, Instituto de Historia, Universidad de los Andes; proyecto financiado por el Programa para Bibliotecas y Archivos de Latinoamérica del Centro de Estudios de Latinoamérica David Rockefeller de la Universidad de Harvard, www.uandes.cl/archivo-clarisas/clarisas.html (* VER: "Rescatan la historia de las Clarisas, la orden femenina mas antigua en Chile", en sección siguiente)

(+) Las clarisas escaparon de Osorno hacia el sur por la espesa selva de Llanquihue, agrupándose luego a otros colonos y avanzar más al sur. Algunos permanecieron en el fuerte de Calbuco y en la colonia jesuíta de Maullín. El resto llegó al Canal Chacao y en 1602 algunos colonos y las monjas clarisas embarcaron rumbo a Concepción, según se indica en documentos como “Iglesias del Fin del Mundo“, Max Donoso, Magdalena Pereira y Cristian Heinsen, 2006; y “Descripción Historial de la Provincia y Archipiélago de Chiloé, en el Reyno de Chile y Obispado de la Concepción”, Padre Pedro González de Agueros, 1791. Los demás colonos cruzaron el Canal Chacao y llegaron a Castro. Con el actual estudio de los archivos de las Clarisas, las fechas han podido variar. 







(fotografías de WFL, 22 diciembre 2016)


INSTITUCIONES DE LAS CLARISAS EN CHILE

Hermanas Clarisas (OSC)

- Monasterio Nuestra Señora de la Victoria: Avda. La Florida 8920, La Florida, Santiago
- Monasterio Santa Clara: Avda. Concha y Toro 2198, Paradero 34, Puente Alto, Santiago
- Monasterio Santísima Trinidad (Capuchinas): Carmen 876, Santiago
- Monasterio Santa María de los Angeles: Colina de Asís s/n, Los Angeles, VIII Región
- Monasterio Santa Clara (Capuchinas): Pucón

FUENTE: Hermanos Menores Capuchinos, Familia Franciscana, www.capuchinos.cl




CONSULTAR





SOBRE EL ANTIGUO CONVENTO DE LA ALAMEDA EN SANTIAGO

LAS MONJAS CLARISAS Y LA BIBLIOTECA NACIONAL


En 1571 llegan las primeras religiosas de la orden de Santa Clara a Chile, fundando monasterios en La Imperial, participando activamente en la Guerra de Arauco. Fueron 13 las clarisas que llegaron a Santiago, entre ellas Francisca Ramírez, raptada en Osorno por indígenas y cautiva algunos años. Se asentaron en la casa que había sido del Gobernador Alonso de Sotomayor, hasta que el Capitán Gaspar Hernández de Lacerna les cede los terrenos al poniente del cerro (Huelén), donde estuvieron ubicadas más de trescientos años, dando origen a la Calle de las Claras, hoy Enrique Mc Iver.

Con los años su monasterio se extendió al norte, no sin problemas con el Cabildo. Su fama y fervor por parte de la sociedad, opacó incluso a las monjas Agustinas, favoritas de la colonia. Famosas eran sus mermeladas, cerámica perfumada y dulces. Su convento, de sencilla estampa colonial, tenía gruesos muros de adobe y la iglesia daba a la Cañada. Blanco, con pequeñas ventanillas, de una sola nave y sencilla torre, había sido remodelado en elegante neoclásico a fines del siglo XIX, alzándose pilastras, frontones, puertas talladas y en el interior lujosos altares, retablos y antiguas obras de arte.

Las clarisas no estuvieron exentas de devoción y milagros. Profesó en 1762 la hermosa sor María Mercedes de la purificación de Valdés, hija del Maestre de Campo Domingo Valdés y Francisca de Borja de la Carrera. De reconocida belleza, era pretendida por los grandes caballeros de Santiago, pero eligió tomar los votos para dedicar su vida a Dios. Paradójicamente pasó sus siguientes 26 años enferma, muriendo en 1795. Luego de eso se le atribuyeron apariciones y milagros, causando gran fervor, acrecentando la fama del monasterio de Santa Clara.

Tan apreciadas eran las clarisas antiguas que todos los presidentes electos iban a visitar el convento apenas habían sido elegidos. Uno de los últimos en visitar el claustro en su esplendor fue el presidente Federico Errázuriz Echaurren, con su mujer, su madre e hija; siendo agasajados con dulces, mate, refrescos, el canto de tonadas y la ejecución al piano de rapsodias húngaras de Litz. El presidente entusiasmado exclamó: “Vaya, no me suponía que hubiera en el convento tanto arte y señoras que tocaran tan bien!", lo que demuestra el gran acervo cultural de las religiosas. 

Hacia 1910 la necesidad de contar con un edificio de la Biblioteca Nacional propuso serios incidentes en el Congreso, quienes apelaban por la falta de fondos y un terreno adecuado para el edificio, barajándose las riveras del Mapocho y el Parque Forestal.

Finalmente se decidió adquirir el extenso monasterio de las Claras, no sin la desaprobación ciudadana, iniciándose su demolición entre 1909 y 1912. 

("Compendio de patrimonio perdido III, las iglesias que se consagraron a Dios, pero derribó el hombre", 
Brügmann, Conservación y Restauración, junio de 2011, www.brugmannrestauradores.blogspot.com (textual))

DEMOLICION DEL MONASTERIO
(Biblioteca Nacional, Sala Medina, DIBAM, www.memoriachilena.cl)


MONJAS CLARISAS DONAN IMAGEN A BIBLIOTECA NACIONAL

Con motivo de su traslado al convento en Los Ángeles, región del Biobío, las cuatro religiosas de la congregación de las Clarisas que quedan en Santiago decidieron entregar a la Biblioteca Nacional la imagen de "Jesús Pastorcito". Esta decisión responde a que fue este el lugar donde originalmente estuvo su convento entre 1604 y 1913.

Así se lo dieron a conocer al director de Bibliotecas, Archivos y Museos, DIBAM, Ángel Cabeza en el marco de una reunión en el monasterio que la orden mantiene actualmente en Puente Alto, el cual sufrió daños irreparables con el terremoto del 2010 los que motivaron su traslado a la sureña localidad.


Cuenta la leyenda que durante una crecida del río Mapocho en el siglo 17, la imagen religiosa venía flotando en el agua y que la abadesa de ese entonces la recogió, dando protección con este gesto al convento -actual Biblioteca Nacional- de las subidas posteriores del Mapocho.

Esta y otras informaciones han surgido durante la investigación que se lleva a cabo en el marco del Plan Maestro de la Biblioteca Nacional, cuyo objetivo es proyectar al jardín 5 pisos subterráneos. El investigador a cargo, Alfredo Palacios, cuenta que tampoco hay una historia de la llegada y los primeros años de Las Clarisas a Chile (por Osorno) y prepara un libro junto a la Biblioteca Nacional para fines de 2016.

Durante la visita el director de la DIBAM ofreció restaurar la imagen de madera y trasladar la imagen del Cristo de Huentemagu que conservan las religiosas hasta su nuevo hogar en Los Ángeles. En ese sitio se construirá una capilla donde se dispondrá parte del material que sea rescatado desde el Convento de Puente Alto.

(DIBAM, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 3 de mayo de 2006, www.dibam.cl)


RESCATAN LA HISTORIA DE LAS CLARISAS, LA ORDEN FEMENINA MAS ANTIGUA EN CHILE

- Del diario "El Mercurio" de Santiago, 31 de agosto de 2014, publicado por Nicole Yuretic en: "Mis Raíces", comunicaciones y ediciones, asesoría en educación y cultura, Vitacura, Santiago, www.misraices.cl

Gracias al Instituto de Historia de la Universidad de los Andes y aportes de la Universidad de Harvard se pueden revisar los archivos de las Clarisas de Antigua Fundación, con valiosos documentos que datan de 1600 y que reflejan que las religiosas llegaron a constituir verdaderas ciudadelas y centros culturales. La cerámica perfumada, la formación espiritual y hasta la repostería han sido algunos de sus legados.

Sin duda que Santa Clara de Asís (1194 - 1253) fue una de las más grandes figuras de la Iglesia Católica de la Edad Media. Fiel discípula de San Francisco, vivió intensamente el espíritu de pobreza, penitencia y abnegación. Ella misma se solía definir como “humilde planta del bienaventurado Padre Francisco”. Su regla monástica, única redactada por una mujer, fue aprobada en 1253 por el Papa Inocencio IV. A lo largo de los siglos, la orden de las Clarisas llegó a convertirse en una de las familias monacales más sólidas y fecundas y traspasó fronteras.

En nuestro país partieron como una iniciativa local y se instalaron en Osorno, en 1567, como terciarias franciscanas, bajo la protección de Santa Isabel de Hungría . Conocidas como “Isabelas” se constituyeron, según el historiador y religioso benedictino Gabriel Guarda, en la primera orden femenina en nuestro país y en la cuarta que se instala en Sudamérica. Luego del desastre de Curalaba (importante derrota militar de las fuerzas españolas frente a los mapuches ocurrida en 1598) se dirigen hacia Castro y hacia la isla Quiriquina para viajar a Santiago y establecerse en 1604. En la capital se presentan ahora como Clarisas, bajo la protección de Santa Clara y profesan en la regla aprobada por Urbano IV. Se ubican en La Cañada y se alzan como uno de los monasterios más importantes de Chile.

Digna de una novela

Como explican las historiadoras Alexandrine de la Taille e Isabel Cruz de Amenábar, docentes del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes, la primera etapa de las llamadas “Clarisas de Antigua Fundación” es “digna de una novela por lo heroica y desconocida”. ¿La razón? “La gran rebelión indígena de finales del siglo XVI (1598-1599), las obligó a abandonar estos territorios de evangelización y huir apresuradamente hacia el norte. Una leyenda envuelve esta increíble huida, donde las religiosas perseguidas por los mapuches no llevaron por equipaje más que sus objetos sagrados, entre ellos un Cristo de gran valor. Logran salvar ilesas y llegar a Santiago justo el año que se inicia el siglo XVII”, señalan De la Taille y Cruz a “Artes y Letras”.

Ayudadas por sus hermanos franciscanos, las Clarisas se establecen en la acera norte de la Alameda donde hoy está la Biblioteca Nacional. “Hasta mediados del siglo XX desempeñaron un destacado papel en la enseñanza y en la vida cultural en su más amplio sentido, desde la meditación al desarrollo del arte, las celebraciones, las fiestas e incluso la cocina”, adelantan las historiadoras de la Universidad de los Andes.

La actual abadesa del monasterio de Puente Alto, madre Maribel, comenta con orgullo que la orden ha dejado una huella imborrable en la historia de Chile. “La cerámica perfumada, la repostería, la educación y la formación espiritual han sido grandes pilares de nuestro quehacer”. Y destaca la figura de Sor Úrsula Suárez (1666-1749) quien fue abadesa de un monasterio que es considerado como una ramificación del primer convento chileno: las llamadas Clarisas de la Victoria o de Nueva Fundación (1663), que hoy están instaladas en La Florida. Suárez fue una escritora pionera del período colonial y autora de una célebre autobiografía donde, de manera inédita para la época, reflejó los espacios de libertad y las vivencias de la vida conventual.

Siguiendo una línea histórica, se considera que la construcción de la Biblioteca Nacional, en 1925, en el sitio del antiguo Monasterio de las Clarisas en la Alameda, es testimonio de los profundos cambios que se inician en el Chile del siglo XX. “La creciente urbanización y la apertura de nuevos barrios en el casco histórico de Santiago, la plusvalía de los terrenos dentro de esta área, así como la disminución de recursos para los monasterios que trae consigo la nueva laicización y la separación entre Iglesia y Estado que refrenda la Constitución de 1925, hace emigrar a varias instituciones religiosas femeninas, entre ellas a las Clarisas que, tras varios traslados, se establecen finalmente en su actual emplazamiento en Puente Alto”, dice Cruz.

Patrimonio en peligro

En la actualidad las Clarisas de Antigua Fundación atraviesan un periodo difícil, bastante alejadas de su antiguo esplendor. Desde hace aproximadamente 30 años han disminuido notoriamente las donaciones y legados que reciben y también el número de vocaciones (actualmente hay siete religiosas en Santiago, cinco chilenas y dos argentinas). El terremoto del 27 de febrero de 2010 agravó esta situación de manera crítica y motivó a que parte de la propia comunidad de las Clarisas les solicitara ayuda a los monjes benedictinos quienes, bajo la dirección del Premio Nacional de Historia 1984, el religioso Gabriel Guarda, decidieron impulsar un proyecto de recuperación arquitectónica.

“Tras el terremoto, el Padre Guarda nos llamó y fuimos con Isabel Cruz a recorrer el monasterio en Puente Alto y constatamos el estado bastante vulnerable del inmueble”, comenta Alexandrine de la Taille. Añade que existe un proyecto “macro” de recuperación de todo el patrimonio, “pero decidimos partir por algo más a nuestro alcance: el rescate de sus archivos. María José Vial, quien trabajó en la recuperación del archivo del Liceo Abate Molina de Talca, nos sugirió que postuláramos a fondos de la Universidad de Harvard y así lo hicimos con gran éxito. Sentimos que este trabajo es un primer paso para la puesta en valor de las Clarisas. Es un aporte para los investigadores, porque estamos ante el archivo de escritura femenina más antiguo que se conserva en nuestro país. Es realmente extraordinario, con documentos que parten del inicio del siglo XVII”. De la Taille también destaca que estamos ante “papeles prácticamente inéditos. Son escasos los historiadores, entre ellos el padre Guarda, que han tenido acceso a ellos”.

En total son 100 volúmenes manuscritos que van desde 1605: libros de cuentas, necrologías, donaciones, benefactores, fiestas y visitas pastorales que, gracias a fondos del Programa para Bibliotecas y Archivos de Latinoamérica del Centro David Rockefeller de la Universidad de Harvard, fueron restaurados y digitalizados. A través de www.uandes.cl/archivo-clarisas se puede acceder al catálogo y solicitar la revisión del material en la propia biblioteca de la Universidad de los Andes. Como parte de esta iniciativa, el arquitecto Carlos Maillet también habilitó, en el monasterio de Puente Alto, una sala para la consulta de los documentos, con estanterías, mesas y lámparas.

La puesta en marcha del proyecto contempló la participación de un equipo multidisciplinario, compuesto por investigadores, restauradores y alumnas egresadas del Master en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural de la misma universidad, quienes realizaron un completo trabajo de campo. La licenciada en estética Ximena Gallardo comenta a “Artes y Letras” que los documentos abren nuevas líneas de investigación ya que permiten aproximarnos “al Chile de 1600 a 1900, a sus cambios históricos, sociales y culturales. Temas diversos como aquellos referentes a las relaciones del monasterio con la orden franciscana, documentación sobre normas y prohibiciones, capellanías; dotes de religiosas y profesiones; censos, materias relativas a esclavos, cocina y repostería, entre muchos otros, pueden ser encontrados en este archivo”.

Cruz y De la Taille consignan que a fines del siglo XVIII, miembros de la expedición científica y cultural de Alejandro Malaspina -marino italiano al servicio de España, brigadier de la Real Armada- ya señalaban que este convento en Santiago concentraba una significativa población de unas cuatrocientas personas, entre religiosas y laicos, siendo un centro importante de irradiación cultural y social.

“Eran verdaderas ciudadelas donde también se acogía a las madres y familiares cercanos de las religiosas”, comenta la historiadora Alejandra Fuentes, quien también colaboró en el trabajo de campo. Y agrega que en la conformación del monasterio se reproduce, en cierta medida, una jerarquía social propia de la historia de nuestro país. “Está la abadesa, que es la madre superiora o priora, pero también están las monjas de velo negro, quienes se hallaban en lo más alto de la pirámide monástica. Aportaban su dote completa, lo que les permitía dedicarse exclusivamente al oficio divino y al coro. Las monjas de velo blanco, como no aportan la totalidad de la dote, alternaban la vida contemplativa con el servicio a la comunidad; y las legas (conversas o donadas) entraban pagando una moderada cantidad, y por eso trabajaban en oficios más domésticos, como la cocina y la enfermería”.

Isabel Cruz explica que, a diferencia del Carmelo, la orden de las Clarisas no fue reformada. “Las religiosas llegaron al Barroco y a los siglos XVI y XVII con un espíritu mucho más libre y por eso empezaron a generar la preocupación de los obispos de la época porque acogían a sus familiares, ofrecían música en los locutorios o daban fiestas quizás demasiado lucidas”.

Alexandrine de la Taille complementa que en su investigación en torno a la congregación francesa Sociedad del Sagrado Corazón, en el siglo XIX, “me impresionó constatar cómo estas religiosas europeas que llegaron a Chile quedaron impactadas con el sistema de vida de las Clarisas de la Victoria y, sobre todo, porque cada una tenía un comedor aparte y sirvientas. Es una realidad que quizás hoy nos choca, pero que revela bien un momento de Chile”. Cruz puntualiza que los archivos de las Clarisas vienen a confirmar que, “en siglos pasados, ser monja era todo un privilegio. Una salvaguarda de tantos peligros. El mismo término "educada en las monjas" tenía una connotación muy positiva, como una instrucción de excelencia y una posibilidad real de acceder a una mejor calidad de vida”.


EL MONASTERIO DE LAS CLARISAS Y LOS MOSAICOS DE LA LINEA 4 DEL METRO DE SANTIAGO






Por obra del antiguo alcalde de Puente Alto, Manuel José Ossandón, en conmemoración  
de los 120 años de la comuna, se ubican en 4 kms. entre las estaciones Pte. Alto y Elisa Correa
(fotografías de WFL, 22 diciembre 2016)


DE COMO ESCAPARON DESDE OSORNO LAS CLARISAS DEL ASEDIO MAPUCHE 



(Revista "En Viaje" de Ferrocarriles del Estado, N.172, feb. 1948)