IGLESIA
SAN PEDRO
SANTIAGO CENTRO
IGLESIA SAN PEDRO - SANTIAGO CENTRO
En la esquina de las calles Mac Iver y Santo Domingo tenía
su casona la familia de Rosa de Santiago Concha y de la Cerda, quien falleció
en 1872.
La herencia pasó a la familia Fernández Concha, una de
las grandes benefactoras de la Congregación de las Hermanas del Buen Pastor en
Santiago, institución en donde incluso ingresaron algunas de sus hijas.
En 1884 los Fernández Concha donan la casa y los terrenos
contiguos a las Monjas del Buen Pastor, con un testamento en donde se
estipulaba a perpetuidad, fundar un colegio para impartir educación a los niños
de la capital. El nuevo establecimiento fue bautizado como colegio "Rosa
de Santiago Concha".
Con la idea de prolongar esta obra educativa, la familia
Fernández Concha ordena construir un convento y una iglesia para que se
establezcan las religiosas.
Las obras de la iglesia estuvieron a cargo del arquitecto
francés Emilio Doyére y la primera piedra se colocó el 13 de diciembre de 1890.
El templo se concluyó en 1896 y fue dedicado a San Pedro,
quien fuera el santo preferido del padre de Rosario Fernández Concha, principal
benefactora.
La iglesia es neogótica y tiene tres naves, con una
central de mayor altura y con bóvedas con crucería. Las columnas y cielos fueron
bellamente pintados por los italianos Pedro Pelli y Oreste Rosso; los vitrales traídos
desde Munich, Alemania; y las lámparas de lágrimas desde Francia.
Al 31 de diciembre de 1941 el colegio tenía 186 alumnas y
contaba con kindergarten, cuatro preparatorias, seis años de humanidades y
además un servicio de Educación Primaria para niñas pobres.
El terremoto de 1985 causó serios daños y en 1990 se
planeaba demoler el colegio para construir un edificio de 22 pisos.
Ante esto, la Dirección de Obras Municipales de Santiago logró
que el Consejo de Monumentos Nacionales declarara a la iglesia el 8 de octubre
de 1990 como Monumento Histórico, lo que permitió que en 1992 comenzara a ser
restaurada, obra que estuvo a cargo de los arquitectos Jorge Gómez y Juan
Martínez, y de otros profesionales como Mónica Bahamóndez que restauró los
vitrales.
Ese mismo año el colegio y el convento fueron recuperados
por la Universidad Mayor, donde se instaló primeramente la Facultad de
Arquitectura y luego la Escuela de Artes.
El 26 de enero de 2004 el Consejo de Monumentos
Nacionales a través del Ministerio de Educación, declaró todo el conjunto:
iglesia, colegio y convento, como Monumento Histórico.
El terremoto de 2010 aunque causó serios daños en otros
templos de la Región Metropolitana y de la VI. Región, la iglesia San Pedro,
según la apreciación del historiador Cristian Salazar Naudón, sólo presentó
algunos desmoronamientos exteriores y daños menores en el campanario.
FUENTE: "Catálogo de Monumentos Históricos de la
Comuna de Santiago", Dirección de Obras Municipales, Departamento de
Urbanismo, Municipalidad de Santiago, 1998; "Estado de la Iglesia en
Chile", Acción Católica, 1946; "Salvado
por ahora", 10 de julio de 2003, diario "La
Nación", www.nacion.cl; "Universidades, un clásico de la arquitectura:
Facultad de Artes de la Universidad Mayor", 28 de julio de 2009, Portal
Inmobiliario, www.portalinmobiliario.com; "Terremoto, huellas
frescas", Cristian Salazar Naudón, 2010; Consejo de Monumentos Nacionales,
www.monumentos.cl; Congregación del Buen Pastor Provincia Bolivia - Chile,
historia, www.buenpastor.cl; y "Catalogación de vitrales patrimoniales
Región Metropolitana; Vitrales: Iglesia San Pedro de Alcántara", Museo de
Vitrales Patrimoniales de Chile, Eduardo Patricio Díaz Silva, 2017, www.vitralespatrimonialesdechile.cl
* En todos los documentos consultados la iglesia aparece como "San Pedro", sólo en "Vitrales Patrimoniales de Chile" aparece como "San Pedro de Alcántara"
* En todos los documentos consultados la iglesia aparece como "San Pedro", sólo en "Vitrales Patrimoniales de Chile" aparece como "San Pedro de Alcántara"
La casa Velasco, también Monumento Histórico
(fotografías de WFL, 14 dic 2016)
INTERIOR DE LA IGLESIA
(fotografías autorizadas por su autor: Eduardo Patricio Díaz Silva)
("Catalogación de vitrales patrimoniales Región Metropolitana; Vitrales: Iglesia San Pedro de Alcántara",
Museo de Vitrales Patrimoniales de Chile, Eduardo Patricio Díaz Silva, 2017)
Museo de Vitrales Patrimoniales de Chile, Eduardo Patricio Díaz Silva, 2017)
(Consejo de Monumentos Nacionales, www.monumentos.cl)
Biografía de la religiosa Madre Josefa Fernández Concha
Josefa nace el 15 de marzo de 1835 en Santiago de Chile,
en la Casona de calle Las Claras, (hoy Mac Iver) con Santo Domingo). A la
usanza de la época, Josefa recibió toda su educación en Casa: amor a Dios y a
las personas de la familia y de servicio en un ambiente de comunión humana y
espiritual.
Las Fiestas Litúrgicas se celebraban con solemnidad en la
Iglesia y en casa. Se leían los textos del Evangelio y a cada miembro le tocaba
su turno. El rezo del Rosario era diario. Su vida fluye en la alegría, el
bullicio, la música y el compartir. Las responsabilidades no faltan, se aboca
al estudio y a colaborar en múltiples quehaceres de esta gran familia.
En casa se estaba al día en todos los acontecimientos de la época, nacionales e internacionales, los que se comentaban en las tertulias en distintas casas y salones. Josefa ya tenía 13 años cuando Chile recupera la isla de Chiloé de mano de los españoles, último paso de la independencia del dominio Español. Igualmente cuando Chile declara la soberanía del sur con el Estrecho de Magallanes. Estos temas y las guerras civiles, y la del Pacífico, donde seres queridos y combatientes han perdido la vida, la llevan a vivir estos sufrimientos con compasión y oración. Los adelantos de la época, le van enseñando a actualizarse, y la llegada de las ideas liberales la hacen adentrarse en caminos de reformas que van forjando su carácter y su identidad.
En casa se estaba al día en todos los acontecimientos de la época, nacionales e internacionales, los que se comentaban en las tertulias en distintas casas y salones. Josefa ya tenía 13 años cuando Chile recupera la isla de Chiloé de mano de los españoles, último paso de la independencia del dominio Español. Igualmente cuando Chile declara la soberanía del sur con el Estrecho de Magallanes. Estos temas y las guerras civiles, y la del Pacífico, donde seres queridos y combatientes han perdido la vida, la llevan a vivir estos sufrimientos con compasión y oración. Los adelantos de la época, le van enseñando a actualizarse, y la llegada de las ideas liberales la hacen adentrarse en caminos de reformas que van forjando su carácter y su identidad.
Josefa aprendió literatura, matemáticas, ciencias e
idiomas y música, con profesores particulares, y en familia se familiarizó con
el bordado.Fue secretaria de su padre en su estudio de abogado durante más de
diez años. Era muy lectora particularmente de obras francesas y españolas que
comentaba con sus amigas. Leía a algunos padres de la Iglesia preferentemente a
San Agustín. Las obras de Fray Luis de León, de Santa Teresa y de San Juan de
la Cruz, le abrían nuevos horizontes espirituales que la invitaban a una vida
de oración más profunda e íntima con Dios. La Biblia era alimento diario, se
leía en familia siguiendo la Liturgia, también el rosario diario.
Desde pequeña, junto a su madre, hermanas y hermanos
visitaban y apoyaban a familias muy pobres, especialmente mujeres que vivían en
la periferia de Santiago, a la orilla norte del río Mapocho. La gran parte de
estas mujeres y sus hijos eran migrantes del campo, ya que sus esposos habían
sido reclutados, para la Revoluciones civiles, y la Guerra del Pacífico
(1836-1839). Las guerras civiles chilenas de 1829-1830, 1851 y 1859 dejaron,
entre muertos y heridos, 2.000, 4.000 y 5.000 personas. Estas cantidades nos
impactan, ya que Chile tenía en 1835 un total de Un millón 10 mil 336
habitantes, con una población rural de casi el 80%. En 1854 en Santiago, la
población era de 69. 018 habitantes, y en 1865 eran 115. 337.
Sentía arder su corazón cuando veía a las personas
sumidas en la tristeza, la pobreza material y espiritual y los servía con toda
su amor de niña, adolescente y joven. Su marcada vocación social la conduce a
trabajar en la Sociedad de Beneficencia fundada por la Sra. Antonia Salas de
Errázuriz, en la que su madre era tesorera. Colabora en la creación del
Convento del Buen Pastor en Santiago, en la calle Rivera; allí pone todo su
empeño emprendedor, su fortaleza y reciedumbre.
En medio de estos trabajos, Dios la llama; se siente
cautivada por el carisma de misericordia y reconciliación que testimonian las
religiosas del Buen Pastor. Tiene 27 años, es una mujer madura, inteligente,
culta, enriquecida con múltiples dones entre ellos el de organización. Ingresa
al noviciado en 1862 y en 1863 pronuncia sus Votos perpetuos, donde recibe el
nombre de María de San Agustín. Ese mismo año es nombrada superiora del
convento de la calle Rivera, donde muy luego se deja sentir el progreso
espiritual gracias a su liderazgo y carisma. Consagró su vida para acoger y
hacer visible la misericordia de Dios en la mujer desvalida, y apostó por el
amor hacia las personas más desheredadas de la sociedad.
Fue una mujer apostólica, que irradió vida, dinamismo,
alegría en el amor a Dios. Toda empresa era poca para el fin de sanar a
mujeres, jóvenes y niñas víctimas de abuso de toda índole. El celo de Dios la
consumía de tal manera, que contagiaba a su familia, amistades, autoridades
civiles y eclesiásticas, obreros, jóvenes... de modo que el carisma evangélico
del Buen Pastor se expandía como aceite, impregnando los ambientes que ella
tocaba.
Fundó 35 comunidades religiosas, Hogares para jóvenes,
adultas y mujeres detenidas, en Chile, Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay.
Compartió personalmente, las carencias y múltiples dificultades de los
principios, dejando la impronta de su iniciativa, de su seguimiento de Jesús
Buen Pastor y de su infatigable búsqueda de recursos y capacidad de entrega.
¿Sacrificios, penalidades, incomprensiones? Los tuvo y
múltiples, y los vivió como escuela de aprendizaje en el seguimiento de Cristo
crucificado y resucitado.
Lúcida hasta el fin de sus días, murió el 13 de Enero de 1928 a los 93 años en la Casa Provincial de Argentina, en Buenos Aires, donde está sepultada. Se despidió con una sola palabra: "perdón", incoando su vida nueva con un acto de trascendente reconciliación.
Lúcida hasta el fin de sus días, murió el 13 de Enero de 1928 a los 93 años en la Casa Provincial de Argentina, en Buenos Aires, donde está sepultada. Se despidió con una sola palabra: "perdón", incoando su vida nueva con un acto de trascendente reconciliación.
Por mediación de la Sierva de Dios, Madre Josefa
Fernández-Concha, Dios ha otorgado innumerables favores y gracias a quienes han
recurrido a su intercesión.